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Dolor lumbar en Santa Rosa
Vence el dolor lumbar sin pastillas ni pinchazos
Andrés Gascón Navarro


El punto de partida: tres semanas secuestrada por el dolor
Imagínate tres semanas sin ver la calle, con la espalda gritando cada vez que intentas cambiar de postura. Lola, 68 años, vecina de Santa Rosa, pasó exactamente por ahí. La escena se repetía día tras día: despertaba en la cama con un dolor lumbar que se clavaba como un machete; a duras penas se “deslizaba” hasta el sofá, donde buscaba la posición menos mala entre cojines que ya parecían conocerse su DNI. Girarse de lado requería contener la respiración y apretar la sábana con rabia, porque cualquier milímetro desencadenaba un latigazo que le subía hasta los hombros. Para ir al baño necesitaba el brazo de su hijo y una coreografía de pasos mínimos (y muchas caras de «no puedo más»).
El médico, en su mejor intención, recetó pinchazos de corticoides y un cóctel de pastillas tamaño XXL. Pero aquello solo adormecía; no solucionaba. Por la noche, la pobre Lola hacía calculillos mentales: “¿Y si mañana ya no puedo ni sentarme? ¿Y si estas pastillas me dejan la barriga fatal?”
Cuando me llamó su objetivo no era hacer triatlón ni subirse a La Tiñosa; solo quería bajar las malditas escaleras para regar sus geranios en el patio. Esos mismos pelargonios rojos que había cuidado durante años estaban marchitándose, igual que su ánimo. Fue entonces cuando la familia dijo basta y decidió probar la fisioterapia a domicilio. Spoiler: ahí empezó la remontada.
¿Por qué la fisioterapia a domicilio le cambió la cara en solo una sesión?
Dolor en “modo silencio” desde el minuto 1
Con unas movilizaciones lumbares suaves y respiraciones diafragmáticas guiadas, apagamos el “fuego” que llevaba semanas rugiendo. El gesto de Lola pasó de ceño fruncido a media sonrisa antes de que acabásemos la 1ª sesión.
Analgesia exprés, sin química extra
Las manos bien entrenadas liberan puntos gatillo y mueven la columna con la delicadeza ; ese gesto desactiva receptores de dolor en segundos. Lola pasó de apretar los dientes a soltar un “uff, qué alivio” antes de que yo guardara el aceite de masaje.
Efecto “¡puedo!” en el cerebro
Cuando el cuerpo se mueve sin gritar, el sistema nervioso quita la alarma roja: el miedo baja y la musculatura deja de hacer “guardia” permanente. Ver que girar la cadera no dolía fue como encender una bombillita de confianza que se reflejó al instante en su mirada.
Plan 100 % hecho a su medida (y a su casa)
Nada de tablas genéricas impresas en A4. Empezamos a mover su columna desde el día 1 y no cómo le dijo su médico: "esto tienes que tener paciencia y en 3 meses o así ya estarás bien". Cada ejercicio encajaba en su día a día, así que la adherencia se volvió tan natural como su cafelito de las cinco.


El plan paso a paso:
Día 1
Objetivo: Quitar el miedo y reducir el dolor.
Qué hicimos: Masaje suave, movilizaciones pasivas y ejercicios de movilidad.
Resultado visible: Su hija comentó: “¡Se le ha cambiado la cara!”, notando un alivio inmediato
Día 4
Objetivo: “Reencender el motor” muscular.
Qué hicimos: Activamos la musculatura que llevaba tiempo sin usarse.
Resultado visible: Pasó de la cama al sofá sin ayuda y sin gestos de querer llorar.
Día 10
Objetivo: Poder sentarse y levantarse con autonomía.
Qué hicimos: Enseñamos la técnica correcta para incorporarse sin dolor en esta etapa.
Resultado visible: Desayunó en la mesa por primera vez, sin sudores fríos ni molestias.
Día 15
Objetivo: Reconciliarse con las escaleras y empezar a moverse con confianza.
Qué hicimos: Subimos los primeros escalones (tras un mes y medio sin hacerlo).
Resultado visible: Bajó los cuatro primeros escalones reales con una sonrisa en la cara.
Día 30
Objetivo: Volver a la vida normal y mantener el bienestar.
Qué hicimos: Implementamos una rutina de paseo de 15 minutos y un plan de fuerza ligero.
Resultado visible: Ya bromea con ir al centro para tomar café con sus amigas, señal de plena confianza y autonomía.
Mini-guía exprés para tu propia espalda rebelde
Mientras pides cita (guiño-guiño), aquí tienes un guía de supervivencia.
1. Respira hondo, pero de verdad.
Inhala por la nariz, infla la tripa como un globo y suelta el aire lento por la boca. Tres veces seguidas calman el sistema nervioso, tu lumbar te lo agradecerá.
2. Gato-camello.
En cuadrupedia, manos bajo hombros y rodillas bajo caderas. Redondea la espalda mirando al ombligo (gato enfadado) y luego arquea sacando pecho y mirando al frente (camello orgulloso).
3. Extensión lumbar tumbado.
Túmbate boca abajo, manos a la altura de los hombros. Empuja suavemente con brazos hasta levantar pecho, dejando pelvis pegada al suelo. Vuelve abajo despacio.
4. Muévete cada hora.
Levántate, no te quedes tumbado en la cama o tirado en el sofá porque te duela. Intenta andar un poco, mover la espalda, el cuello, círculos con los hombros...
5. Consulta si el dolor dura más de 48 h.
Tomar antiinflamatorios eternamente no es plan; buscar ayuda profesional sí lo es. Y si es fisioterapia a domicilio mejor, porque tu casa es tu nuevo gimnasio.




Moraleja
Tu columna no caduca a los 60, ni a los 70. Solo necesita mimos bien dirigidos y un plan que mezcle ciencia y cercanía. Lola volvió a sus geranios porque un día decidió que el sofá no dictaría su agenda.
Si vives en Santa Rosa, Ciudad Jardín, Centro, Fátima o cualquier rincón de Córdoba, escríbeme un WhatsApp hoy mismo. Aparco la moto frente a tu portal, despliego la camilla y arrancamos tu propio “nivel-Lola”.
Porque bajar las escaleras para regar tus geranios no debería ser una hazaña épica, sino tu rutina diaria. Dale a tu espalda la segunda oportunidad que se merece y presume de paso firme por tu barrio.


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